sábado, 20 de junio de 2009

XIX - EL SOL

En el símbolo del sol se manifiesta la clave de la procreación. Padre Creador del Universo, como se le identificaba en todas las religiones antiguas, Sol, fuente existencial, rige la vida mediante dos energías que deriva: luz y calor. Símbolo de poder y de la realeza, en alquimia se le asocia al oro, en hermetismo al fuego. Es la imagen visible de lo trascendente y transmutante: transforma lo sólido en líquido y lo líquido en gaseoso. Representa el espíritu en paz, amor puro, felicidad y alegría. Radiación interior permite vencer todos los obstáculos. Los iniciados, los portadores de la verdadera conciencia fraternal, los que han desvuelto el ego, serán absorbidos por la verdad suprema. Percibirán la paz, porque en sus vidas los conflictos no existen. Percibirán la felicidad y el amor, la condición existencial de la creación universal. Debajo del sol se halla la pirámide suministrada con sus dotes místicas y sobrenaturales. La energía cósmica reubicada en su interior actúa como catalizador y elimina las energías negativas. Pirámide es la personificación del lugar del reposo eterno, el fin del sufrimiento procedente del apego y repetidos intentos por encontrar algo duradero en la vida impermanente. Transmite la idea de fin de ciclo. La guardiana del secreto de la pirámide es la Esfinge. De ascendencia divina, la Esfinge cantaba sus enigmas. Tiene una apariencia andrógena: cabeza y pechos de mujer, cuerpo de león, alas de ave. Estaba orientada al culto solar y simbolizaba la sabiduría.

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